lunes, 17 de junio de 2013

Una alforja llena de buenas cosas.

Con el alma apenada por lo duro del empeño, pero el espíritu abrumado por lo ilusionante de la empresa, hoy quiero dejar estas líneas con aroma de despedida, pero con intenso sabor de un hasta luego. 

Demasiado acostumbrado a cerrar y abrir puertas, en esta no tan corta pero intensa vida, toca partir en busca de esa ilusionante oportunidad que despierte de nuevo mis sentidos, que revierta tan dura y asfixiante situación, aunque todo se torne agridulce por la amarga y dura distancia, por el temor a arrancar de nuevo (que no de cero), de lidiar solo.


Dejo mucho, más de lo que puedo expresar. Dejo una herida abierta que pronto empezará a cicatrizar, sin resignación, pero con la paciencia de que la vida, ese espacio de tiempo universal, ponga todo en su lugar. Dejo aquí los pulmones que me permiten respirar y el corazón que me hace andar, el calor de la familia y la bendición divina encarnada en amistades. Pero me llevo la esencia en frasco pequeño, una alforja llena de buenas cosas.

E ilusión. Me llevo mucha ilusión. Y un pack de botellines de la cruz del campo.