lunes, 12 de agosto de 2013

Bendita señal.

Y quizá sea eso, señal caída del cielo. Bendita señal.

Como quiera que la providencia lo dispusiera, y abogando por el más que manido recurso de que será para bien, acumulo horas a favor de interlocución conmigo mismo, de ensordecedores silencios y multitudinarias soledades. Hete aquí que no me quejo, que aprendo y, con el paso de las semanas, disfruto. 

Y para tanta cabalgadura solitaria, no creas que no busqué novias. Pero no novias al uso. Concubinas liberales, independientes y que permitan la independencia. Que respeten mi libertad, esa que como kit inseparable se coarta en casi todos los noviazgos. Que me permitan tomarlas y retomarlas, pero de igual forma que no reclamen ante mi abandono, ni recriminen ante mi apatía. Nada al uso, cierto.

Entre ellas la lectura fue la primera. Costó arrancar, pero El Mundo de Juan José Millás consiguió abstraerme, tras un intento fallido con un histórico sobre Las Cruzadas.

Alternando con ella, disfruto de varias. Cursos de idiomas, deporte sin mesura, interés cultural por mi ciudad de adopción, incursiones en músicas olvidadas o desconocidas….y pensar. Mucho pensar. Y entre todos estos pensamientos, uno que me ocupa sobremanera. La amistad.


Varios pueden ser los motivos, y de igual forma, ninguno. He de admitir que siempre me he proclamado rico en amistades, y así lo sigo haciendo. Pero no hay que dejar de reconocer que la distancia te permite baremar las cosas desde otro prisma. Calibrar los hechos en otra medida. No profundizaré en mis conclusiones, ni mis planteamientos, pero sí en el mensaje de mis líneas, al hilo de la amistad.

Y es que este fin de semana, como sin querer y fruto de uno de mis mayores manías, el zapping, llegó hasta mí después de décadas (ya voy teniendo edad de poder decir esto) La historia de la Ciudad sin nombre. ¡¡Qué suerte, y en qué buen momento!! ¡¡Qué grande!! Que buena terapia, poder fantasear con un mundo donde las leyes se dicten sobre la marcha, conforme vayan haciendo falta. Qué bonita visión sobre la búsqueda de un lugar donde echar raíces, sobre el sexo sin tapujos, la soledad, la juerga, el amor…..y la amistad, sobre todo la amistad.

Para mí la película es como un completo, un “all in”, cada detalle y cada personaje la hace tan grande. Y todo ello repleto de canciones que resonaran por siempre en nuestras sienes. Pero mi predilección y simpatía está con Ben Rumson (Lee Marvin) y con el mensaje de amistad y fraternidad que se transmite en su relación con su socio (Clint Eastwood). Amistad en múltiples acepciones, incluido el disparatado “doble matrimonio”, cargado de mensaje e ironía. Amistad cabal, sin condición.



Como ya os digo, son muchos los factores que me cautivan de este film, pero como andaba a lo que andaba, lo interpreté como una señal. Y quizá sea eso, señal caída del cielo. Bendita señal.

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