viernes, 26 de agosto de 2011

¿Y tú, los valoras?

Este verano, en el pequeño retiro espiritual junto a mi Anita, en Matalascañas beach, observé cómo, tarde tras tarde en la piscina, una madre ayudaba a su hijo, deficiente mental, a realizar innumerables circuitos a nado, de una punta a otra de la piscina. 

Lo que realmente me llamaba la atención, era la forma en que esta mujer realizaba esta tarea. Su cara y su dedicación irradiaban un amor y una dulzura que estoy convencido, están al alcance de muy pocas personas en este mundo. Siempre con una sonrisa, le hablaba y tranquilizaba a su hijo, en una muestra de cariño infinito que, estoy convencido, sólo una madre puede transmitir. Este es un gesto de bondad inigualable.
Tendemos últimamente a exagerar lo malo que nos rodea. Hay más cosas buenas de las que creemos. Quizás no las sabemos descubrir; es preciso mirarlas, descubrirlas y valorarlas.
No debemos dejarnos engañar por la propaganda ni por el ruido. Porque si el ruido hace mucho daño y poco bien, el bien hace mucho provecho y poco ruido.
El mal será publicitado como noticia, pero el acto de bondad, probablemente, no sea ni mencionado ni valorado.

viernes, 19 de agosto de 2011

¿Tienes personalidad?

A la edad que ya van adquiriendo mis hijas, cada vez está más definida la personalidad de cada una de ellas. No es cosa de 2 días, sino desde que nacieron, pero es ahora cuando los atisbos de sus marcadas condiciones, están empezando a definir cómo van a actuar ante según qué situaciones el día de mañana. Imagino que para esto, un padre o una madre, tienen una mayor visión que cualquier otra persona.
Pero no pretendo detallaros la personalidad de cada una de mis hijas, sino pararme un poco en la cuestión de la personalidad.
Todos sabéis que se considera una verdadera alabanza, el que digan de nosotros que tenemos mucha personalidad. Pero también sabemos que la propia personalidad se forma con el dominio de uno mismo, con una voluntad firme, sabiendo negarse a muchas cosas y siendo fiel a otras. No traicionando a la propia conciencia.
Por el contrario, consideramos como el más bajo de los insultos, que nos tachen de “cobarde”.  Y resulta, que para adquirir una personalidad propia, es imprescindible el valor. No el tipo de valor para tirarte haciendo rappel por la cárcava, o para recibir a puerta gayola a un Pablo Romero, en faena de lavativazo, no. EL VALOR QUE SEPA DECIR QUE SÍ CUANDO HAY QUE DECIRLO, PERO QUE NO TITUBEE EN DECIR QUE NO, CUANDO NO SE PUEDA DECIR QUE SÍ.
De momento mis hijas, a casi todo dicen que no.

jueves, 18 de agosto de 2011

Templanza

Si no con frecuencia, al menos de cuando en cuando, te sorprendes a ti mismo
después de un altercado, de una disputa, de una verdadera pelea con los tuyos, con
los que más amas en la vida, o con los que te están rodeando a diario por motivo de
trabajo, de vecindad, etc....
Y después del altercado, después de haberte dejado llevar por tu nerviosismo, ya
sereno, comenzaste a recordar lo pasado y viste que ellos tenían razón, y no tú. Otras
veces has visto con claridad que la razón era tuya, pero que fuiste bastante niño y
terco en la defensa de tu razón.
Consecuencia: que en toda discusión, en todo altercado has salido perdiendo.
Que siempre toda pelea ha resultado negativa, que nunca sirvió para esclarecer la
verdad, o para acercar los corazones; más bien los alejó, los agrió; con la razón de tu
parte o en contra tuya, quedaste bastante lejos de los tuyos, amargado con los tuyos;
¿valía la pena, entonces, el altercado?

miércoles, 17 de agosto de 2011

Saber hablar y saber callar.

Saber hablar y saber callar; no sabemos que será más fácil o más difícil, más
conveniente o más meritorio.
Callar de sí mismo, es humildad; no hablar de sí, cuando uno siente el deseo de
exponer los propios méritos o las propias ideas o iniciativas, es signo de verdadera
humildad.
Callar los defectos ajenos, es caridad; no criticar a los demás sus actitudes, sus
intenciones, sus actos; no emitir juicios comparativos; no hablar tanto de los otros,
siempre con un dejo de crítica o pesimismo, eso es caridad.
Callar a tiempo es prudencia; no hablar cuando nos sentimos con el impulso de
la reacción, cuando nos viene e la punta de la lengua toda una serie de palabras,
reproches o injurias, eso es prudencia.
Callar en el dolor, eso es heroísmo; no tratar de volcar en los corazones de los
demás las penas propias, los dolores íntimos; hacerles partícipes no tanto de los
dolores, y sí de las alegrías, reservándonos para nosotros las penas, eso es
heroísmo.