La tristeza actúa igual. Como un programa de lavadora, parecemos condenados a que de vez en cuando nos visite. Normalmente el bagaje es positivo, o al menos así debe ser. Por cada visita de la tristeza hemos de disfrutar de agradabilísimas visitas de alegrías, momentos dulces, entrañables, agradables y deseados, y de esta forma, haremos llevadera esta rutina que es la vida.
Pero no siempre la tristeza aparece por sorpresa. En ocasiones la barruntamos, la sentimos llegar, miramos a otro lado y asumimos que está en el portal, tanteando el timbre y deseando entrar. Empezamos a darnos cuenta de que esas fórmulas que inconscientemente estamos articulando no son efectivas, y padecemos ese estado de angustia cual pavo llegando Pascua. Es esta visita la más desagradable. Todos nuestros esfuerzos por eludirla se esfumaron. Se enfrentan los sentimientos de impotencia, hastío, frustración, tristeza.