lunes, 14 de enero de 2013

Nada retrasará mi meta.

A veces, estar convencido de saber lo que haces no es suficiente. Ni siquiera tener la convicción de que actúas como debes. Y eso que ahora, además de saber lo que no quieres, también sabes lo que quieres. La constancia siempre fue la base del éxito, y esto no tiene por qué cambiar. Pero la constancia significa tiempo, y tiempo significa paciencia. Todo es asumible si el premio es el éxito.

Yo lo comparo con la meta para un atleta. Él sabe qué tiene que hacer para lograr el éxito. Llegar a la meta. Pero el atleta cuenta con una ventaja. Sabe dónde está la meta. Sólo tiene que jugar bien sus armas, hacer bien lo que sabe, y conseguirá el éxito. ¿Qué ocurriría si en mitad de una prueba, le retrasaran la meta? Dosificó su fuerza, jugó sus armas, midió el tiempo pero no encontró la meta donde le dijeron que estaría. Si esto le falla, le faltará la paciencia, y no conseguirá el éxito. Él hizo bien todo lo que tenía que hacer.


A veces nos proponemos metas que nos pueden resultar inalcanzables. Meditamos las opciones, nos analizamos interiormente y decidimos si apostamos por nosotros mismos. Pero hemos de ser cautos. A lo largo del camino, surgirá más de un problema que nos pondrá a prueba. Nos hará preguntarnos si no fuimos ingenuos al aspirar a tan alta cota. Pensaremos que no podemos más y nos hará doblar la rodilla, agachando la cabeza y barajando el abandono. Y es ahí donde hemos de fajarnos, levantarnos y seguir. Recordar nuestro objetivo.

Yo me niego a considerarla inalcanzable. Aposté por mí mismo, soy cauto y no fui ingenuo. Estoy en la fase de fajarme, pero no olvido el objetivo.

Nada retrasará mi meta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario