lunes, 27 de mayo de 2013

Adiós tristeza, adiós.

La tristeza es como ese amigo que se presenta sin avisar. Particularmente me encanta recibir visitas, y las inesperadas me producen mayor felicidad, por lo espontáneo del deseo de compartir un rato contigo. Pero muy de vez en cuando, recibes esa visita que te incomoda, que contiene momentos de vacío, que no te aporta y que te desgasta. Estás deseando abrir la puerta para despedirla. Es más, cuando ha pasado cierto tiempo, sabes que está al caer, que de un día para otro va a llegar. Si intuyes que está cerca, inconscientemente articulas fórmulas para evitarla, pero llega.


La tristeza actúa igual. Como un programa de lavadora, parecemos condenados a que de vez en cuando nos visite. Normalmente el bagaje es positivo, o al menos así debe ser. Por cada visita de la tristeza hemos de disfrutar de agradabilísimas visitas de alegrías, momentos dulces, entrañables, agradables y deseados, y de esta forma, haremos llevadera esta rutina que es la vida.



Pero no siempre la tristeza aparece por sorpresa. En ocasiones la barruntamos, la sentimos llegar, miramos a otro lado y asumimos que está en el portal, tanteando el timbre y deseando entrar. Empezamos a darnos cuenta de que esas fórmulas que inconscientemente estamos articulando no son efectivas, y padecemos ese estado de angustia cual pavo llegando Pascua. Es esta visita la más desagradable. Todos nuestros esfuerzos por eludirla se esfumaron. Se enfrentan los sentimientos de impotencia, hastío, frustración, tristeza.

Y qué ciego andamos. No queremos ver la solución real al problema. Todo pasa por la decisión, la iniciativa, las ganas de vivir, de ser feliz, de estar y ser alegre, de afrontar la vida con ilusión. Cojamos a esa visita y dejémosle claro, de la mejor forma posible, que no es bien recibida, que no es deseada, que sólo acuda cuando se le llame, a sabiendas que eso será nunca. Dejaremos de temer su llegada y podremos por fin vivir en paz.

Aleja de ti la tristeza. Plántale cara, dile que no es bien recibida, que prefieres decidir cuando quieres verla y que hasta entonces, busque otro timbre al que llamar.

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